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Para Maritza "conocer el IDIPRON fue como un tabla de salvación"
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Noticias Idipron
23 de enero de 2019
Maritza Parra Polanía es una joven del barrio Sierra Morena del sur de Bogotá, ubicado en la localidad de Ciudad Bolívar. Desde hace 4 años está vinculada al Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud- IDIPRON, tiempo en el cual ha tenido un cambio significativo en su vida. Al conocer cómo fueron sus inicios en el Instituto, con algo de pena dice que solo venía al IDIPRON a comer, pero que con el tiempo se dio cuenta que era la oportunidad que estaba necesitando para recuperar su vida.
La historia de Maritza no ha sido fácil, 22 años han sido suficientes para aprender sobre los sinsabores de la vida, tomó la decisión de venirse a Bogotá siendo casi una niña, cansada de padecer los rigores del conflicto armado que azotó por mucho tiempo su hogar.
“Yo me vine sola desde el Caquetá buscando un mejor futuro para mis papás y para mí, fue difícil porque empecé desde cero durmiendo en el suelo y aguantando hambre”, afirmó Maritza. La soledad en la que se encontraba, la ausencia de sus padres y lo duro de la ciudad fueron el detonante para que la joven cayera en el oscuro mundo de las drogas, donde pasó por situaciones muy duras, llegando incluso a estar en riesgo de habitar la calle.
Conocer el IDIPRON fue como una tabla de salvación, durante estos 4 años en el Instituto ha tenido la oportunidad de alcanzar sus estudios, terminó el bachillerato, cursó su formación técnica y actualmente está haciendo un tecnólogo en Producción de Maderas. Gracias a su dedicación y empeño, ha hecho parte de diferentes convenios con otras entidades distritales como IDIGER y la Secretaría de Cultura, Recreación y Deportes.
Gracias a estos estímulos de corresponsabilidad que le otorgan los convenios, ha podido tener una estabilidad económica. “Hace 6 meses pude tener la oportunidad de traer a mi mamá a vivir conmigo, gracias a IDIPRON que me dio la oportunidad del convenio y así tener económicamente como responder por ella”, afirmó Maritza.
Mientras esparce un poco de resina liquida en uno de los cuadros que hace en el taller de ebanistería, Maritza habla de su futuro y con alegría nos cuenta que dentro de poco presentará una entrevista de trabajo donde espera quedar seleccionada para ahorrar un dinero y poder cumplir su sueño de tener su propio taller de ebanistería. Durante todo su proceso, fue determinante el apoyo que el equipo del IDIPRON le brindó.
“La clave es aprovechar el tiempo y la oportunidad que nos da el IDIPRON para que cuando salgamos, tengamos herramientas para afrontar la vida”, es el mensaje que Maritza da a todos los jóvenes que aún no han tomado la decisión de dar un cambio a su vida.
La felicidad y alegría con la que Maritza se expresa son el resultado de un trabajo institucional, donde el IDIPRON garantiza el goce efectivo de derechos a todos los niños, niñas, adolescentes y jóvenes más vulnerables de la ciudad de Bogotá.
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23 de enero de 2019
Maritza Parra Polanía es una joven del barrio Sierra Morena del sur de Bogotá, ubicado en la localidad de Ciudad Bolívar. Desde hace 4 años está vinculada al Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud- IDIPRON, tiempo en el cual ha tenido un cambio significativo en su vida. Al conocer cómo fueron sus inicios en el Instituto, con algo de pena dice que solo venía al IDIPRON a comer, pero que con el tiempo se dio cuenta que era la oportunidad que estaba necesitando para recuperar su vida.
La historia de Maritza no ha sido fácil, 22 años han sido suficientes para aprender sobre los sinsabores de la vida, tomó la decisión de venirse a Bogotá siendo casi una niña, cansada de padecer los rigores del conflicto armado que azotó por mucho tiempo su hogar.
“Yo me vine sola desde el Caquetá buscando un mejor futuro para mis papás y para mí, fue difícil porque empecé desde cero durmiendo en el suelo y aguantando hambre”, afirmó Maritza. La soledad en la que se encontraba, la ausencia de sus padres y lo duro de la ciudad fueron el detonante para que la joven cayera en el oscuro mundo de las drogas, donde pasó por situaciones muy duras, llegando incluso a estar en riesgo de habitar la calle.
Conocer el IDIPRON fue como una tabla de salvación, durante estos 4 años en el Instituto ha tenido la oportunidad de alcanzar sus estudios, terminó el bachillerato, cursó su formación técnica y actualmente está haciendo un tecnólogo en Producción de Maderas. Gracias a su dedicación y empeño, ha hecho parte de diferentes convenios con otras entidades distritales como IDIGER y la Secretaría de Cultura, Recreación y Deportes.
Gracias a estos estímulos de corresponsabilidad que le otorgan los convenios, ha podido tener una estabilidad económica. “Hace 6 meses pude tener la oportunidad de traer a mi mamá a vivir conmigo, gracias a IDIPRON que me dio la oportunidad del convenio y así tener económicamente como responder por ella”, afirmó Maritza.
Mientras esparce un poco de resina liquida en uno de los cuadros que hace en el taller de ebanistería, Maritza habla de su futuro y con alegría nos cuenta que dentro de poco presentará una entrevista de trabajo donde espera quedar seleccionada para ahorrar un dinero y poder cumplir su sueño de tener su propio taller de ebanistería. Durante todo su proceso, fue determinante el apoyo que el equipo del IDIPRON le brindó.
“La clave es aprovechar el tiempo y la oportunidad que nos da el IDIPRON para que cuando salgamos, tengamos herramientas para afrontar la vida”, es el mensaje que Maritza da a todos los jóvenes que aún no han tomado la decisión de dar un cambio a su vida.
La felicidad y alegría con la que Maritza se expresa son el resultado de un trabajo institucional, donde el IDIPRON garantiza el goce efectivo de derechos a todos los niños, niñas, adolescentes y jóvenes más vulnerables de la ciudad de Bogotá.
Maritza Parra Polanía es una joven del barrio Sierra Morena del sur de Bogotá, ubicado en la localidad de Ciudad Bolívar. Desde hace 4 años está vinculada al Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud- IDIPRON, tiempo en el cual ha tenido un cambio significativo en su vida. Al conocer cómo fueron sus inicios en el Instituto, con algo de pena dice que solo venía al IDIPRON a comer, pero que con el tiempo se dio cuenta que era la oportunidad que estaba necesitando para recuperar su vida.
La historia de Maritza no ha sido fácil, 22 años han sido suficientes para aprender sobre los sinsabores de la vida, tomó la decisión de venirse a Bogotá siendo casi una niña, cansada de padecer los rigores del conflicto armado que azotó por mucho tiempo su hogar.
“Yo me vine sola desde el Caquetá buscando un mejor futuro para mis papás y para mí, fue difícil porque empecé desde cero durmiendo en el suelo y aguantando hambre”, afirmó Maritza. La soledad en la que se encontraba, la ausencia de sus padres y lo duro de la ciudad fueron el detonante para que la joven cayera en el oscuro mundo de las drogas, donde pasó por situaciones muy duras, llegando incluso a estar en riesgo de habitar la calle.
Conocer el IDIPRON fue como una tabla de salvación, durante estos 4 años en el Instituto ha tenido la oportunidad de alcanzar sus estudios, terminó el bachillerato, cursó su formación técnica y actualmente está haciendo un tecnólogo en Producción de Maderas. Gracias a su dedicación y empeño, ha hecho parte de diferentes convenios con otras entidades distritales como IDIGER y la Secretaría de Cultura, Recreación y Deportes.
Gracias a estos estímulos de corresponsabilidad que le otorgan los convenios, ha podido tener una estabilidad económica. “Hace 6 meses pude tener la oportunidad de traer a mi mamá a vivir conmigo, gracias a IDIPRON que me dio la oportunidad del convenio y así tener económicamente como responder por ella”, afirmó Maritza.
Mientras esparce un poco de resina liquida en uno de los cuadros que hace en el taller de ebanistería, Maritza habla de su futuro y con alegría nos cuenta que dentro de poco presentará una entrevista de trabajo donde espera quedar seleccionada para ahorrar un dinero y poder cumplir su sueño de tener su propio taller de ebanistería. Durante todo su proceso, fue determinante el apoyo que el equipo del IDIPRON le brindó.
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