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Los niños, niñas, adolecentes y jóvenes de bogotá tienen héroes
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Noticias Idipron
28 de marzo de 2020
Gilberto Poloche, Administrador Ambiental de la Universidad Distrital, padre de un adolescente de 17 años y una niña de 9 años, 20 de matrimonio y profe del IDIPRON desde 1982, con una entrega hacia el trabajo social sincero y genuino. “Mi permanencia laboral en el IDIPRON, la describo como, muy bonita y magnífica”.
Inició a los 13 años la labor en el Instituto, para ese tiempo era un adolescente inquieto, rebelde y con problemas en su hogar. Así inició una vida en calle, por lo cual su madre lo llevó a un lugar llamado, La Granja del Padre Luna, donde tuvo una estancia de un año, pero escapó por malos tratos. Luego fue llevado al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), donde fue internado en el municipio de Cajicá, descrita por él como una “casa fría y dura, situada en el campo, y llamada EL Puente, donde compartió con más de 120 niños.” Allí viví momentos difíciles por falta de disciplina y buen trato”.
Con el paso de los meses, esta casa empezó a ser administrada por el Padre Javier De Nicoló, bajo el funcionamiento del IDIPRON. Allí inició lo que para él sería “la mejor experiencia de vida”.
“Esa época fue muy bonita, porque los educadores de ese programa eran muy lindos, el lema del padre era ´ESTAR CON LOS EDUCADORES’, entonces uno todo el tiempo estaba con ellos y no sentía soledad, ni vacíos de familia”
Allí fue aprendiendo de normas, disciplina, buen comportamiento, academia y el valor del amor propio. Así, su vida se fue transformando, dentro de un verdadero hogar, “no era como en los procesos de internados por los que pasé antes de llegar a la casa del Padre Javier, lugares donde me sentía solo, teníamos libertad de volarnos, consumir sustancias prohibidas y actuar con malas conductas”.
Un viaje en el tiempo que le cambiaría la vida
“Los voy a llevar a Cartagena, pero tienen que comportarse bien y mostrar el cambio”, mencionó el Padre Javier de Nicoló. Esta frase fue el inicio de lo que sería su nueva vida, “ahí quise cambiar y ser buen tipo”.
Jamás habían salido de Bogotá, ni tampoco había viajado en avión, “fue muy especial, en Cartagena nos esperaban unos buses, que nos llevaron a conocer el Canal del Dique y playas maravillosas”, aun llegando a esta ciudad de noche, en medio de la fuerte lluvia, el amanecer sería distinto.
“Al otro día fue muy bonito ver ese mar todo grande”, donde compartieron 45 días, siendo una experiencia muy grata, donde caminaban, gozaban de los paisajes nunca antes vistos, donde a sus ojos era todo muy valioso con los educadores, la compañía, enseñanzas y como lo describe Poloche, la misma naturaleza que los acogió por más de un mes.
En su regreso a Bogotá, Gilberto fue internado en una casa en el barrio 20 de Julio llamada, Chibchalá, y entró a uno de los programas que el Padre Javier De Nicoló ofrecía. Con disciplina, amor, la academia y la libertad, fue encaminado a un mejor futuro. “Nos quedábamos un día en Chibchalá estudiando y otro en Arcadia trabajando, un día académico y otro día de trabajo y así era la dinámica, paseos, aprendizajes, cariño verdadero fuera de casa. Con el pasar del tiempo Poloche pasó a una casa llamada La Florida.
En esta casa “me ponían a leer la Constitución Nacional de Colombia, para conocer mis derechos y deberes”. Experiencia enriquecedora que hace parte de una vida mejor, donde la disciplina, las buenas costumbres, los hábitos de la lectura y el deporte le dieron otro rumbo a su vida.
Precisamente ese nuevo rumbo se dio en la casa Industrias Bosconia, un lugar bastante extenso donde se encontraban los talleres de carpintería, metalistería, dibujo técnico, entre otros, en los que trabajaban con convenios con empresas que les permitían ser productivos en los talentos que cada uno tenía. Allí también podían hacer su bachillerato.
Esto no paró aquí, gracias a su buen comportamiento el Padre Javier le dio la oportunidad de viajar al exterior, esta “fue una experiencia muy bonita, porque nosotros éramos muchachos internos, con un pasado complicado de habitabilidad en calle, nuestros padres sin oportunidades y de hogares complicados. En mi caso un padre agresivo y maltratador”.
Vivió en Sao Paulo, conoció Rio de Janeiro, Paraná, San José de los Campos y otras ciudades. Al llegar al aeropuerto de Brasil, “me sentí amado cuando vi las pancartas con avisos que decían “filio” (hijo), porque me iba a compartir vivienda con una familia, eso fue una cosa muy grande, me subieron al carro de ellos y en su casa, me asignaron una habitación con una cama propia, yo jamás había tenido eso, con armario, alfombrado, era una cosa espectacular que me enseñó a conocer el sentido de la familia, aprendí mucho”.
Después de un año regresó a Colombia y el padre Javier le puso a su cargo un grupo de 16 jóvenes para guiarlos y orientarlos. Allí inició su labor como educador, que, con su experiencia debía ayudar a formar a niños, niñas, adolescentes y jóvenes con situaciones difíciles.
Continuó como educador en El Tuparro, Bosconia y hasta en la ciudad de Medellín, donde se graduó de bachiller. Viajó al Chocó, Acandí, continuando su labor social. De regreso a Bogotá, se destacó como profe en distintas Unidades de Protección Integral (UPI), en lo que tiene que ver con habitante de calle, que para esa época eran niños de 11 a los 15 años de edad.
Conoció la estrategia de Operación Amistad en Soacha y Bosa, allí preparó a más de 200 chicos para Acandí, al igual, pasó por La 12, Arcadia, San Francisco Cundinamarca y Arborizadora Alta.
“IDIPRON ofrece a los jóvenes estudio, vivienda, oportunidad de capacitarse y salir adelante, pero hay q ir por más y aspirar a ser profesional, conformar un hogar, una familia, ser responsable y respetuoso de los hijos y esposa, y nunca repetir los errores de los padres, al contrario, ofrecerles lo mejor y cuidarlos para que no vivan lo que a uno le tocó”.
¿Por qué gilberto poloche es un héroe en la calle?
“Ha sido una experiencia muy bonita al ver muchos niños que han salido adelante y que hoy son profesionales, conformaron sus hogares, son buenos padres. Poder ver jóvenes que estaban en una vida muy complicada y ahora verlos que salen adelante y que gracias a la institución van dejando la vida de calle, y empiezan a estudiar a capacitarse, es una alegría”.
“Destaco del IDIPRON la opción que ofrecen en el deporte, la recreación, el arte, la danza y la música que va haciendo que el joven vea la luz en esa oscuridad que les tocó vivir”.
El IDIPRON es una gran institución y creo q el padre Javier estuvo siempre adelantado 10 años a la educación tradicional, gracias a Dios yo viví esa época de oro de todo lo q nos enseñaba para ser mejores. Él siempre fue una persona que inculcaba cosas grandes, por ejemplo, si va a ser panadero sea el mejor, sea el mejor siempre en todo lo que quiera hacer.
Poloche manifiesta su fortuna por haber conocido al padre Javier De Nicoló. Él le inculcaba la espiritualidad, el amor y respeto a Dios como guía y compañía en todo instante y situación, él siempre buscaba como ayudar a los demás. El Instituto aún tiene cosas muy grandes por hacer, hay que seguir buscando como ayudar a los demás, a los más necesitados, combatir la dificultad de la vida de los jóvenes, y el reto IDIPRON es jamás bajar la guardia y seguir transmitiendo el amor hacia el trabajo y hacia los demás.
Gilberto Poloche, Administrador Ambiental de la Universidad Distrital, padre de un adolescente de 17 años y una niña de 9 años, 20 de matrimonio y profe del IDIPRON desde 1982, con una entrega hacia el trabajo social sincero y genuino. “Mi permanencia laboral en el IDIPRON, la describo como, muy bonita y magnífica”.
Inició a los 13 años la labor en el Instituto, para ese tiempo era un adolescente inquieto, rebelde y con problemas en su hogar. Así inició una vida en calle, por lo cual su madre lo llevó a un lugar llamado, La Granja del Padre Luna, donde tuvo una estancia de un año, pero escapó por malos tratos. Luego fue llevado al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), donde fue internado en el municipio de Cajicá, descrita por él como una “casa fría y dura, situada en el campo, y llamada EL Puente, donde compartió con más de 120 niños.” Allí viví momentos difíciles por falta de disciplina y buen trato”.
Con el paso de los meses, esta casa empezó a ser administrada por el Padre Javier De Nicoló, bajo el funcionamiento del IDIPRON. Allí inició lo que para él sería “la mejor experiencia de vida”.
“Esa época fue muy bonita, porque los educadores de ese programa eran muy lindos, el lema del padre era ´ESTAR CON LOS EDUCADORES’, entonces uno todo el tiempo estaba con ellos y no sentía soledad, ni vacíos de familia”
Allí fue aprendiendo de normas, disciplina, buen comportamiento, academia y el valor del amor propio. Así, su vida se fue transformando, dentro de un verdadero hogar, “no era como en los procesos de internados por los que pasé antes de llegar a la casa del Padre Javier, lugares donde me sentía solo, teníamos libertad de volarnos, consumir sustancias prohibidas y actuar con malas conductas”.
Un viaje en el tiempo que le cambiaría la vida
“Los voy a llevar a Cartagena, pero tienen que comportarse bien y mostrar el cambio”, mencionó el Padre Javier de Nicoló. Esta frase fue el inicio de lo que sería su nueva vida, “ahí quise cambiar y ser buen tipo”.
Jamás habían salido de Bogotá, ni tampoco había viajado en avión, “fue muy especial, en Cartagena nos esperaban unos buses, que nos llevaron a conocer el Canal del Dique y playas maravillosas”, aun llegando a esta ciudad de noche, en medio de la fuerte lluvia, el amanecer sería distinto.
“Al otro día fue muy bonito ver ese mar todo grande”, donde compartieron 45 días, siendo una experiencia muy grata, donde caminaban, gozaban de los paisajes nunca antes vistos, donde a sus ojos era todo muy valioso con los educadores, la compañía, enseñanzas y como lo describe Poloche, la misma naturaleza que los acogió por más de un mes.
En su regreso a Bogotá, Gilberto fue internado en una casa en el barrio 20 de Julio llamada, Chibchalá, y entró a uno de los programas que el Padre Javier De Nicoló ofrecía. Con disciplina, amor, la academia y la libertad, fue encaminado a un mejor futuro. “Nos quedábamos un día en Chibchalá estudiando y otro en Arcadia trabajando, un día académico y otro día de trabajo y así era la dinámica, paseos, aprendizajes, cariño verdadero fuera de casa. Con el pasar del tiempo Poloche pasó a una casa llamada La Florida.
En esta casa “me ponían a leer la Constitución Nacional de Colombia, para conocer mis derechos y deberes”. Experiencia enriquecedora que hace parte de una vida mejor, donde la disciplina, las buenas costumbres, los hábitos de la lectura y el deporte le dieron otro rumbo a su vida.
Precisamente ese nuevo rumbo se dio en la casa Industrias Bosconia, un lugar bastante extenso donde se encontraban los talleres de carpintería, metalistería, dibujo técnico, entre otros, en los que trabajaban con convenios con empresas que les permitían ser productivos en los talentos que cada uno tenía. Allí también podían hacer su bachillerato.
Esto no paró aquí, gracias a su buen comportamiento el Padre Javier le dio la oportunidad de viajar al exterior, esta “fue una experiencia muy bonita, porque nosotros éramos muchachos internos, con un pasado complicado de habitabilidad en calle, nuestros padres sin oportunidades y de hogares complicados. En mi caso un padre agresivo y maltratador”.
Vivió en Sao Paulo, conoció Rio de Janeiro, Paraná, San José de los Campos y otras ciudades. Al llegar al aeropuerto de Brasil, “me sentí amado cuando vi las pancartas con avisos que decían “filio” (hijo), porque me iba a compartir vivienda con una familia, eso fue una cosa muy grande, me subieron al carro de ellos y en su casa, me asignaron una habitación con una cama propia, yo jamás había tenido eso, con armario, alfombrado, era una cosa espectacular que me enseñó a conocer el sentido de la familia, aprendí mucho”.
Después de un año regresó a Colombia y el padre Javier le puso a su cargo un grupo de 16 jóvenes para guiarlos y orientarlos. Allí inició su labor como educador, que, con su experiencia debía ayudar a formar a niños, niñas, adolescentes y jóvenes con situaciones difíciles.
Continuó como educador en El Tuparro, Bosconia y hasta en la ciudad de Medellín, donde se graduó de bachiller. Viajó al Chocó, Acandí, continuando su labor social. De regreso a Bogotá, se destacó como profe en distintas Unidades de Protección Integral (UPI), en lo que tiene que ver con habitante de calle, que para esa época eran niños de 11 a los 15 años de edad.
Conoció la estrategia de Operación Amistad en Soacha y Bosa, allí preparó a más de 200 chicos para Acandí, al igual, pasó por La 12, Arcadia, San Francisco Cundinamarca y Arborizadora Alta.
“IDIPRON ofrece a los jóvenes estudio, vivienda, oportunidad de capacitarse y salir adelante, pero hay q ir por más y aspirar a ser profesional, conformar un hogar, una familia, ser responsable y respetuoso de los hijos y esposa, y nunca repetir los errores de los padres, al contrario, ofrecerles lo mejor y cuidarlos para que no vivan lo que a uno le tocó”.
¿Por qué gilberto poloche es un héroe en la calle?
“Ha sido una experiencia muy bonita al ver muchos niños que han salido adelante y que hoy son profesionales, conformaron sus hogares, son buenos padres. Poder ver jóvenes que estaban en una vida muy complicada y ahora verlos que salen adelante y que gracias a la institución van dejando la vida de calle, y empiezan a estudiar a capacitarse, es una alegría”.
“Destaco del IDIPRON la opción que ofrecen en el deporte, la recreación, el arte, la danza y la música que va haciendo que el joven vea la luz en esa oscuridad que les tocó vivir”.
El IDIPRON es una gran institución y creo q el padre Javier estuvo siempre adelantado 10 años a la educación tradicional, gracias a Dios yo viví esa época de oro de todo lo q nos enseñaba para ser mejores. Él siempre fue una persona que inculcaba cosas grandes, por ejemplo, si va a ser panadero sea el mejor, sea el mejor siempre en todo lo que quiera hacer.
Poloche manifiesta su fortuna por haber conocido al padre Javier De Nicoló. Él le inculcaba la espiritualidad, el amor y respeto a Dios como guía y compañía en todo instante y situación, él siempre buscaba como ayudar a los demás. El Instituto aún tiene cosas muy grandes por hacer, hay que seguir buscando como ayudar a los demás, a los más necesitados, combatir la dificultad de la vida de los jóvenes, y el reto IDIPRON es jamás bajar la guardia y seguir transmitiendo el amor hacia el trabajo y hacia los demás.
Gilberto Poloche, Administrador Ambiental de la Universidad Distrital, padre de un adolescente de 17 años y una niña de 9 años, 20 de matrimonio y profe del IDIPRON desde 1982, con una entrega hacia el trabajo social sincero y genuino. “Mi permanencia laboral en el IDIPRON, la describo como, muy bonita y magnífica”.
Inició a los 13 años la labor en el Instituto, para ese tiempo era un adolescente inquieto, rebelde y con problemas en su hogar. Así inició una vida en calle, por lo cual su madre lo llevó a un lugar llamado, La Granja del Padre Luna, donde tuvo una estancia de un año, pero escapó por malos tratos. Luego fue llevado al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), donde fue internado en el municipio de Cajicá, descrita por él como una “casa fría y dura, situada en el campo, y llamada EL Puente, donde compartió con más de 120 niños.” Allí viví momentos difíciles por falta de disciplina y buen trato”.
Con el paso de los meses, esta casa empezó a ser administrada por el Padre Javier De Nicoló, bajo el funcionamiento del IDIPRON. Allí inició lo que para él sería “la mejor experiencia de vida”.
“Esa época fue muy bonita, porque los educadores de ese programa eran muy lindos, el lema del padre era ´ESTAR CON LOS EDUCADORES’, entonces uno todo el tiempo estaba con ellos y no sentía soledad, ni vacíos de familia”
Allí fue aprendiendo de normas, disciplina, buen comportamiento, academia y el valor del amor propio. Así, su vida se fue transformando, dentro de un verdadero hogar, “no era como en los procesos de internados por los que pasé antes de llegar a la casa del Padre Javier, lugares donde me sentía solo, teníamos libertad de volarnos, consumir sustancias prohibidas y actuar con malas conductas”.
Un viaje en el tiempo que le cambiaría la vida
“Los voy a llevar a Cartagena, pero tienen que comportarse bien y mostrar el cambio”, mencionó el Padre Javier de Nicoló. Esta frase fue el inicio de lo que sería su nueva vida, “ahí quise cambiar y ser buen tipo”.
Jamás habían salido de Bogotá, ni tampoco había viajado en avión, “fue muy especial, en Cartagena nos esperaban unos buses, que nos llevaron a conocer el Canal del Dique y playas maravillosas”, aun llegando a esta ciudad de noche, en medio de la fuerte lluvia, el amanecer sería distinto.
“Al otro día fue muy bonito ver ese mar todo grande”, donde compartieron 45 días, siendo una experiencia muy grata, donde caminaban, gozaban de los paisajes nunca antes vistos, donde a sus ojos era todo muy valioso con los educadores, la compañía, enseñanzas y como lo describe Poloche, la misma naturaleza que los acogió por más de un mes.
En su regreso a Bogotá, Gilberto fue internado en una casa en el barrio 20 de Julio llamada, Chibchalá, y entró a uno de los programas que el Padre Javier De Nicoló ofrecía. Con disciplina, amor, la academia y la libertad, fue encaminado a un mejor futuro. “Nos quedábamos un día en Chibchalá estudiando y otro en Arcadia trabajando, un día académico y otro día de trabajo y así era la dinámica, paseos, aprendizajes, cariño verdadero fuera de casa. Con el pasar del tiempo Poloche pasó a una casa llamada La Florida.
En esta casa “me ponían a leer la Constitución Nacional de Colombia, para conocer mis derechos y deberes”. Experiencia enriquecedora que hace parte de una vida mejor, donde la disciplina, las buenas costumbres, los hábitos de la lectura y el deporte le dieron otro rumbo a su vida.
Precisamente ese nuevo rumbo se dio en la casa Industrias Bosconia, un lugar bastante extenso donde se encontraban los talleres de carpintería, metalistería, dibujo técnico, entre otros, en los que trabajaban con convenios con empresas que les permitían ser productivos en los talentos que cada uno tenía. Allí también podían hacer su bachillerato.
Esto no paró aquí, gracias a su buen comportamiento el Padre Javier le dio la oportunidad de viajar al exterior, esta “fue una experiencia muy bonita, porque nosotros éramos muchachos internos, con un pasado complicado de habitabilidad en calle, nuestros padres sin oportunidades y de hogares complicados. En mi caso un padre agresivo y maltratador”.
Vivió en Sao Paulo, conoció Rio de Janeiro, Paraná, San José de los Campos y otras ciudades. Al llegar al aeropuerto de Brasil, “me sentí amado cuando vi las pancartas con avisos que decían “filio” (hijo), porque me iba a compartir vivienda con una familia, eso fue una cosa muy grande, me subieron al carro de ellos y en su casa, me asignaron una habitación con una cama propia, yo jamás había tenido eso, con armario, alfombrado, era una cosa espectacular que me enseñó a conocer el sentido de la familia, aprendí mucho”.
Después de un año regresó a Colombia y el padre Javier le puso a su cargo un grupo de 16 jóvenes para guiarlos y orientarlos. Allí inició su labor como educador, que, con su experiencia debía ayudar a formar a niños, niñas, adolescentes y jóvenes con situaciones difíciles.
Continuó como educador en El Tuparro, Bosconia y hasta en la ciudad de Medellín, donde se graduó de bachiller. Viajó al Chocó, Acandí, continuando su labor social. De regreso a Bogotá, se destacó como profe en distintas Unidades de Protección Integral (UPI), en lo que tiene que ver con habitante de calle, que para esa época eran niños de 11 a los 15 años de edad.
Conoció la estrategia de Operación Amistad en Soacha y Bosa, allí preparó a más de 200 chicos para Acandí, al igual, pasó por La 12, Arcadia, San Francisco Cundinamarca y Arborizadora Alta.
“IDIPRON ofrece a los jóvenes estudio, vivienda, oportunidad de capacitarse y salir adelante, pero hay q ir por más y aspirar a ser profesional, conformar un hogar, una familia, ser responsable y respetuoso de los hijos y esposa, y nunca repetir los errores de los padres, al contrario, ofrecerles lo mejor y cuidarlos para que no vivan lo que a uno le tocó”.
¿Por qué gilberto poloche es un héroe en la calle?
“Ha sido una experiencia muy bonita al ver muchos niños que han salido adelante y que hoy son profesionales, conformaron sus hogares, son buenos padres. Poder ver jóvenes que estaban en una vida muy complicada y ahora verlos que salen adelante y que gracias a la institución van dejando la vida de calle, y empiezan a estudiar a capacitarse, es una alegría”.
“Destaco del IDIPRON la opción que ofrecen en el deporte, la recreación, el arte, la danza y la música que va haciendo que el joven vea la luz en esa oscuridad que les tocó vivir”.
El IDIPRON es una gran institución y creo q el padre Javier estuvo siempre adelantado 10 años a la educación tradicional, gracias a Dios yo viví esa época de oro de todo lo q nos enseñaba para ser mejores. Él siempre fue una persona que inculcaba cosas grandes, por ejemplo, si va a ser panadero sea el mejor, sea el mejor siempre en todo lo que quiera hacer.
Poloche manifiesta su fortuna por haber conocido al padre Javier De Nicoló. Él le inculcaba la espiritualidad, el amor y respeto a Dios como guía y compañía en todo instante y situación, él siempre buscaba como ayudar a los demás. El Instituto aún tiene cosas muy grandes por hacer, hay que seguir buscando como ayudar a los demás, a los más necesitados, combatir la dificultad de la vida de los jóvenes, y el reto IDIPRON es jamás bajar la guardia y seguir transmitiendo el amor hacia el trabajo y hacia los demás.
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